Con el pasar de la horas se aproxima el
final del día, llegando la noche junto la hermosa luna adornada de
estrellas y del viento que eriza mi cuerpo al hacer contacto con mi
piel; es este el cuadro climático y natural que me ha de asombrar al final de cada día y lo he de extrañar en cada amanecer.
Pero me asombro a un más cuando sé, que
este paisaje magnifico acompaña aquella mujer que su nombre he de
callar para describir todo aquello que de ella me sorprende y
encarecer su bello ser.
Y estando ella enredada entre mis brazos, acaricio su liza y larga cabellera oscura como la nocturna naturaleza y percibo su aroma, un aroma a jazmín que me encanta al olfatear su pelo moviendo mi nariz como los perros, encantado por tan exquisito aroma; pero me detengo para observar sus ojos, pequeñas esferas que resplandecen y brillan como verdaderos luceros que me hipnotizan, perdiéndome en su mirada y observando a través de sus ojos lo bello mundo.
Y estando ella enredada entre mis brazos, acaricio su liza y larga cabellera oscura como la nocturna naturaleza y percibo su aroma, un aroma a jazmín que me encanta al olfatear su pelo moviendo mi nariz como los perros, encantado por tan exquisito aroma; pero me detengo para observar sus ojos, pequeñas esferas que resplandecen y brillan como verdaderos luceros que me hipnotizan, perdiéndome en su mirada y observando a través de sus ojos lo bello mundo.
Agarro sus manos tiernas, suaves y tibias; que son como el fuego que me brinda calor, logrando que mi cuerpo conserve una temperatura cálida, protegiéndome de los vientos fríos y helados como los de esta noche.
Su boca, pómulos, color de piel y hasta
su tono de voz, se han de convertir en mis debilidades, porque desde
su larga cabellera hasta la punta de sus pies, que aun no he tenido
la oportunidad ni la dicha de ver, es todo un cuadro perfecto pintado por
Piccaso, cuadro viviente que exhibe la verdadera divinidad de una
mujer.
Tanto ella como la noche son mi gran adoración, son los cuadros que guardo con celo en mis
adentros y que solo tendré ojos para observar y mis manos para acariciar, escribir y elogiar tanto la esencia de la noche, como la
divinidad de aquella mujer que entre mis brazos esta.
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